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jueves, 14 de septiembre de 2006

Volando


...
Durante kilómetros de silencio planeábamos una caricia que nos aproximaba al paraíso;
durante horas enteras nos anidábamos en una nube, como dos ángeles,
y de repente, en tirabuzón, en hoja muerta, el aterrizaje forzoso de un espasmo.
¡Qué delicia la de tener una mujer tan ligera...
aunque nos haga ver de vez en cuando las estrellas!
¡Que voluptuosidad la de pasarse los días entre las nubes...
la de pasarse las noches de un solo vuelo!
Después de conocer a una mujer etérea,
¿puede brindarnos alguna clase de atractivo una mujer terrestre?
¿verdad que no hay diferencia sustancial entre vivir con una vaca
o con una mujer que tenga las nalgas a setenta y ocho centímetros del suelo?
Yo, por lo menos, soy incapaz de comprender la seducción de una mujer pedestre,
y por más empeño que pongo en conseguirlo,
no me es imposible, ni tan siquiera imaginar,
que pueda hacerse el amor más que volando...
[Oliverio Girondo]

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